En 1193 nació en Asís, una ciudad de
Italia. Clara era muy alegre, tierna y sonriente. Le gustaba jugar y divertirse con sus hermanos y amigas. También la música y la
literatura. A los 18 años, oyó a san Francisco hablar de la pobreza y de la
sencillez, así que su corazón se llenó de alegría. ¡Qué lindo es descubrir a Dios en las cosas más pequeñas y cantar sus
maravillas! Le pidió a Francisco que le enseñara a vivir así.
Feliz de ser amiga de Jesús, Clara
consagró su vida a Dios y fundó con Francisco la orden de las damas pobres.
Muchas jóvenes se unieron a ella, y fueron aprendiendo en la oración, en el
trabajo y en la vida en comunidad a crecer en el amor y en la pobreza, como la
Virgen María. ¡Eran muy pobres, pero confiaban en que Dios las amaba! Ella era
la superiora del convento, pero no se creía la más importante: sabía estar
atenta a los demás, era humilde y maternal. Muchas noches de frío se levantaba
para abrigar a sus hermanas. Hacía muchos sacrificios para ofrecérselos a
Jesús: comía poco, dormía en el piso... Pero un día, Francisco le pidió que comiera
un poco más y que durmiera en un colchón para no enfermarse. ¡Qué gran amistad
los unía!
Clara tenía una gran devoción al Santísimo
Sacramento. Visitaba y adoraba a Jesús en la Eucaristía. Una vez, la ciudad de
Asís estaba por ser atacada. Las hermanas rezaron con confianza a Jesús,
pidiendo que protegiera la ciudad...y los enemigos se fueron sin pelear.
Durante toda su vida, mucha gente la admiró y la quiso por su bondad, su
ternura, su alegría y su sencillez. Todo lo entregó por amor, y lo puso al
servicio de los demás. Después de muchos años se enfermó y murió alabando a
Dios, rodeada de las Damas Pobres, también llamadas Clarisas, diciendo:
«Bendito seas Señor, por haberme creado».
Compartimos un video...terminamos cantando!!!
¡¡Feliz día Clarita!!
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